La decisión fue espontánea y simple, como quienes hablan del clima. El afirmó más que sugirió, que desde entonces vivirían juntos. Y no fue necesario siquiera preguntarle a ella si la idea le agradaba.
Un departamento pequeño suficiente para ellos, sin lazos que romper mas que una cama de dos plazas. Ella aprendería a cocinar por que quería sorprenderle, el aprendería a cocinar para evitar que las delicadas manos de su chica se mancharan. Desde ahora serian dos personas mas, sin complicaciones sin miedos ni angustias, solo el y ella viviendo juntos.
Y se armaron una vida en minutos, su obsesión con proteger a la gente (la misma obsesión que le había impulsado a comprar aquel departamento con sus ahorros. Protegerla) le aseguró un puesto en el departamento de policía, mientras ella daba clases de literatura en una universidad cercana a la comisaría.
No estaban casados, no querían hijos ni perros por que "para que nada nos separe que nada nos una" le recito ella una noche adormecida sobre su pecho.
Y así pasaban los días construyendo una vida que no era perfecta pero era suya y no ajena. Eran solo el y ella, riendo en la cocina mientras improvisaban el almuerzo, tomando café juntos cuando ni el sol se digna a aparecer, o en la cómplice nocturnidad que los envolvía en la cama.
Porque cuando ella despertó en una cama de una plaza sola y con frío, no fue capas de forzar la memoria por miedo a destrozar el lindo sueño donde solo eran el y ella viviendo juntos.
martes, 27 de enero de 2009
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